A veces entramos en una habitación y nos sentimos incómodos, del mismo modo llegamos a una casa y nos sentimos de inmediato a gusto, como si fuese nuestro hogar desde siempre. Otras veces observamos que en una casa gozamos de un sueño reparador y en otra nos levantamos cansados y aturdidos o nos cuesta conciliar el sueño. En alguna ocasión hemos tenido una entrevista de trabajo, y aunque éste fuese interesante, el lugar nos ha causado una impresión desfavorable, nos hemos dicho “no me veo allí”.
Esta sensibilidad natural para percibir la energía del lugar, para intuir qué espacios son propicios y cuáles no, en definitiva, cuáles son adecuados para nosotros, es innata en los seres humanos. Nosotros, especialmente en las sociedades supuestamente más desarrolladas, hemos perdido gran parte de esa conexión con lo que nos rodea, algo que forma parte de nuestra herencia ancestral. Sin embargo, en otras sociedades que han mantenido vivas sus tradiciones, esto es completamente natural. Así ocurre también con los animales. Si dejamos un perro en un lugar al que no esté habituado, tras darse una vueltecita por allí, se acomodará en el espacio más sano energéticamente. Si tuviésemos la oportunidad de que un experto en radiestesia o en geobiología hiciese una medición de la energía del lugar, comprobaríamos que a buen seguro el perro ha elegido el sitio más adecuado para descansar y reponer su energía. Es sabido que los muchos pueblos nómadas antes de colocar sus tiendas dejaban que sus animales, especialmente los perros, se tumbaran a descansar para ponerlas en ese lugar, ya que sabían que estos animales escogen sitios para dormir que para los humanos son favorables.
Vivimos una época en la que la contaminación ambiental, la tremenda cantidad de radiaciones generadas por la moderna tecnología, la superpoblación, la explotación de los recursos naturales del planeta a causa de estos factores y del consumismo dominante en los países del primer mundo, están afectando de manera decisiva y quizá irreversible a los ciclos naturales y a la energía del planeta. Todo esto está causando un importante deterioro del medio ambiente, con el consiguiente peligro para la vida de todos los seres vivos. Pero, puesto que todo está vivo y conectado entre sí, también está provocando alteraciones en la salud, el estado emocional y la armonía de todos los seres vivos y de la propia Tierra.
El feng shui llega a nuestros días aportándonos la sabiduría de generaciones de personas que se han dedicado a observar la naturaleza y sus procesos, la interacción entre los objetos y los espacios, y de estos con los seres vivos, en especial las personas. Este arte milenario nos enseña cómo vivir mejor en la Tierra, el hogar de todos los seres humanos, y podemos servirnos de él para armonizar y energizar los espacios en los que vivimos y trabajamos.
Esta filosofía está basada fundamentalmente en el Tao. El Tao nos dice que todo está en un proceso de transformación constante; el cambio es la naturaleza de la existencia. La representación de este cambio constante es el yin yang, el principio de la dualidad. El yin y el yang constituyen el camino del cielo y la tierra, el principio fundamental de las cosas. Son el inicio del movimiento, del cambio, pues todas las cosas cambian y se desarrollan sin cesar en un eterno movimiento e intercambio entre yin y yang. Contamos con otro elemento indispensable: el chi, la fuerza creadora universal, esa energía que fluye a través de nuestro ser y en todo lo que nos rodea, es el chi, también llamado prana, energía creadora, etc.
En el feng shui vamos a intentar armonizar nuestro entorno con este flujo de energía, y para ello es fundamental la observación del equilibrio entre el yin y el yang. Estos están presentes en todo. Todas las cosas cuando están a la luz (yang) proyectan de inmediato una sombra (yin). El yin es lo suave, la penumbra, lo tenue, lo blando, la materia, lo pasivo. El yang es la expansión, la luz, lo activo, el espíritu, lo ascendente. Una presencia equilibrada de estos -ni demasiado yin ni demasiado yang, pero siempre ambos presentes-, tal como vemos en el símbolo que los representa, hará que la energía se mueva con fluidez en un espacio, consiguiendo la armonía que perseguimos. Cada uno comprende y complementa al otro, en una eterna sucesión. Describen perfecta y sutilmente el carácter fundamental del universo.
Feng shui significa aire o viento y agua, elementos imprescindibles para la vida. Podemos estar unos días sin comer, vivir en un clima más frío o caliente, pero sin aire moriremos al instante, y sin agua pereceremos en pocos días. Otro punto fundamental que usamos en el feng shui es el trabajo con los cinco elementos. Estos son: agua, fuego, madera, tierra y metal. Será necesario que haya un equilibrio de estos elementos, hallándose todos ellos representados pero sin que abunden en exceso.
Una armoniosa combinación de todos ellos así como de yin y yang, será lo que haga que fluya la energía adecuadamente –un flujo excesivo puede ser tan perjudicial como la ausencia de energía–, consiguiendo que ese espacio cumpla la función que se le ha asignado aportándonos al mismo tiempo bienestar, prosperidad y salud.
En el feng shui hay unos principios fundamentales, pero puesto que todo es cambiante y cada persona, cada familia, hogar, trabajo, cada momento y cada lugar son diferentes, no hay reglas fijas ni soluciones estrictas y definitivas. En feng shui observamos y percibimos la energía del lugar, la de la persona o personas que lo habitan o trabajan en él y los objetivos de los que allí moran. También es importante conocer los problemas que padecen estas personas. Tal vez estén sufriendo algún problema de salud o encuentren reiteradamente obstáculos para salir adelante a nivel laboral o económico, o bien tengan problemas en sus relaciones personales que no consiguen resolver. En ese caso, habrá que buscar no sólo un mejor flujo de la energía para que apoye y potencie los aspectos físicos, materiales y espirituales de la vida de la persona, sino el origen y la mejoría o la solución de los problemas existentes.
Todo esto puede parecer muy complicado, pero con algunos conocimientos, una profunda observación con una mente clara, una intención benéfica y haciendo algunos cambios materiales apoyados, en ocasiones con soluciones no materiales, podemos modificar definitivamente la energía de un lugar y con ello nuestra vida.
El desconocimiento del feng shui y su práctica, no debe privarnos de sus beneficios. Podemos aprovechar el periodo estival en el que dispondremos de mayor tiempo libre, para adentrarnos en estos conocimientos y, en este periodo en el que todo parece ralentizarse, ir aprendiendo a sentir el lugar, a observar lo que nos rodea y a nosotros mismos, analizar qué no está yendo bien en nuestras vidas, cuáles son realmente nuestros objetivos y si estamos consiguiéndolos y de qué manera podemos ayudar a los que nos rodean a tener un mayor bienestar.
Podemos comenzar observando si hay armonía en nuestro entorno. ¿Nos sentimos a gusto? ¿Los demás se sienten cómodos? ¿Estamos bien de salud? ¿Hay malentendidos entre los que compartimos el espacio?.
Las respuestas pueden sorprendernos y podemos aprender mucho con este, aparentemente, sencillo ejercicio.
Mientras vamos conociendo algo de este provechoso y bello arte, podemos adoptar otras medidas prácticas que además de mejorar a buen seguro el flujo de energía de los lugares que habitemos, nos servirán como práctica, nos aportarán una agradable sensación de hacer algo útil para nosotros y nuestros seres queridos y hará que nos sintamos más a gusto en esos espacios.
· Ordenemos todas las habitaciones, armarios, cajones, despensa, trasteros, incluso el garaje si sirve también como trastero eventual.
· Tiremos o regalemos lo que ya no utilizamos. Deshagámonos de lo inservible y de todo aquello que ya no usamos y pueda servir a otros. Lo donaremos a personas o instituciones que hagan uso de ello o lo distribuyan a otros. Todo lo que no se usa genera energía estancada, dificultando el flujo de chi y la llegada de nuevas cosas a nuestra vida.
· Limpiemos aquello que esté sucio. Reparemos o tiremos lo que esté roto. Pintemos aquellas paredes o muebles que lo necesiten y nos den sensación de abandono y pobreza; tenemos que recordar que se atrae lo semejante. Si queremos bienestar, prosperidad, salud y apoyo, debemos reflejar eso en nuestro entorno.
· Si tenemos jardín o terraza, limpiémoslos, cuidemos las plantas si las tenemos, podemos las que lo necesiten y tiremos las que estén muertas.
· Ventilemos la casa o lugar de trabajo a diario abriendo un rato todas las ventanas para que se renueve la energía y se limpie el aire. Pero, atención, esto también debe aplicarse a las habitaciones que no se utilicen.
· Quememos incienso o esencias aromáticas para energizar el ambiente y limpiarlo. También lo haremos en las habitaciones que no utilicemos y en los lugares donde observemos un mayor estancamiento de la energía. Este es un excelente remedio feng shui.
· Meditemos en los espacios que queramos energizar y donde haya alguien que necesite apoyo o energía. Si una persona está atravesando un mal momento o está enferma, la energía que se genera en una meditación con la intención puesta en el beneficio de otros seres, con la mente clara, siempre es sanadora.
Más adelante iremos viendo curas feng shui para determinados problemas, o simplemente cómo mejorar la energía de cada área, dependiendo de la función de ésta o bien según lo que necesitemos conseguir o mejorar, y en qué zona de la casa debemos centrarnos más.
Según vayamos comprendiendo estas teorías, despertará en nosotros la memoria dormida desde tiempos remotos e iremos desarrollando la “visión feng shui”, esa sensibilidad que nos hará ser conscientes de las energías presentes a nuestro alrededor, tanto las favorables como las adversas, y nos ayudará a sentir el lugar y a trabajar con todo ello para generar, salud, prosperidad, relaciones sanas y abundancia en nuestras vidas.
Si realmente hacemos todo esto siguiendo las pautas que hemos descrito anteriormente: mente clara e intención sana y firme para el beneficio de alguien, no sólo obtendremos buenos resultados, sino que resultará una interesante práctica con la que aprenderemos de lo que nos rodea. Además, adquiriremos el hábito de la observación –ejercicio excelente para los ya meditadores, y una buena manera de iniciarse para los que aún no lo hagan– y disfrutaremos con ello, pues el objetivo de divertirse haciendo algo útil, tampoco es nada despreciable. Como decía anteriormente, nos sorprenderán los resultados que obtendremos, será perceptible el cambio energético para nosotros y para los demás, notaremos una energía más ‘fresca’, fluida y renovadora.
Es importante recordar que en feng shui es esencial la conciencia y el respeto absoluto al carácter único de todos y cada uno de los seres, y saber los momentos y lugares a la hora de aplicar los remedios. También deberemos utilizar correctamente los objetos y símbolos teniendo esto en cuenta, así como adoptar hacia el lugar y su espíritu la reverencia mística que merecen. Si a esto le sumamos la pureza de pensamiento y la intención sincera de sanar el lugar y ayudar a otros, crearemos la armonía para nosotros y los que nos rodean que es en realidad la verdadera esencia del feng shui.
Ahora veamos una práctica que podemos hacer en aquellos lugares que sintamos faltos de energía. Con ella podemos reforzar cualquier trabajo de feng shui que estemos realizando en un espacio, así como otros rituales (de purificación, limpieza o renovación de energía) que hayamos aplicado.
Vamos a realizar una meditación y práctica ritual
en el lugar que queramos potenciar.
Podemos improvisar un pequeño altar para la ocasión. Podemos poner también ante nosotros un símbolo que nos inspire y apoye. Para unos será Buda, para otros alguna deidad con la que se sientan especialmente conectados, quizás algún santo o bien la foto de algún maestro a quien admiren. Para quien no tenga un referente, puede optar por la foto de un árbol sagrado o una montaña u otro paisaje natural. La montaña, por ejemplo simboliza crecimiento y asentamiento, y un río en movimiento simboliza el flujo de la energía.
Encenderemos una vela blanca, por ejemplo, si el objetivo es purificar la estancia, y roja si es energizarla. Escogeremos un incienso que nos resulte agradable y relajante. Podemos encontrar algunos naturales, hechos a mano sin productos tóxicos, con distintas combinaciones que resultan muy adecuados para la meditación. Podemos buscar uno con el que nos sintamos cómodos y utilizarlo habitualmente; sólo su olor una vez familiarizados con él, ya nos ayudará a entrar en un estado meditativo.
Ahora, lo más importante es la mente. Deberemos tener un estado de consciencia, una sincera intención y gran pureza de pensamiento. Esta combinación es lo que nos ayudará a establecer un estrecho contacto con la energía creadora del chi.
Una forma de apoyar a la mente es mediante el “Mudra de la paz”. Este mudra o gesto ayuda a calmar la mente y el corazón. Consiste en apoyar la mano derecha sobre la izquierda con los pulgares tocándose. Es preferible situar las manos a la altura del plexo solar.
Finalmente, reforzaremos con el mantra de “Las seis palabras verdaderas: Om ma ni pad me hum". Repitamos el mantra tantas veces como queramos. Cuanto más tiempo permanezcamos en la actitud adecuada en un espacio, mejor energía se creará en él. Finalmente, recordemos que la meditación es un elemento sanador, tanto para el lugar como para el que la realiza.
Fuente: www.revistadharma.com
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