"...tú para ser dueña de tu propio pensar, tienes que excluirte de la dominación de las ideas que están controlando el mundo. Entonces, es un acto supremo de rebelión, sentir tu propio ser, porque eso es lo que nadie quiere que tú hagas. Empezando por tu mamá, por tu papá, por tu familia, por la escuela, por la iglesia, por todo".
Cecilia visitó Santiago entre julio y agosto. Se instaló en el hogar de sus padres de 92 años que habitan una casa grande en Vitacura: quería acompañarlos, sabe que su muerte está a la vuelta de la esquina. La artista vive hace casi 40 años en Nueva York, un lugar en el mundo donde ella jamás pensó que habitaría y, sin embargo, encontró un público que la aprecia y valora. Su obra artística ha pasado por los mejores museos del mundo (MoMA, Tate Modern y El Guggenheim, entre otros) y en éste, el lugar donde nació y se desarrolló, con suerte dice, puede encontrar alguno de sus libros. Es pequeña, de voz infantil y de una presencia poderosa. Seguirle el ritmo es difícil y entender lo que dice, más. No porque sea rebuscada, sino porque siempre duele escuchar su verdad. En Chile presentó “Minga del cielo oscuro”, una exposición que se mantendrá vigente hasta enero del 2020 en Centro Cultural España. En conversación con The Clinic, hablará acerca de la imposibilidad de volver a un país que ya no existe, de la esperanza que aún guarda en los jóvenes y dará, sin querer, algunos consejos para abrazar el caos como única certeza.
Hace años vives en Nueva York, ¿Qué significa volver para ti cada vez que lo haces?.
-Volver no significa nada, porque es imposible volver. En el sentido de que el Chile que yo llevo adentro dejó de existir, porque fue asesinado, fue exterminado. Entonces yo vuelvo permanentemente a una imagen virtual que yo considero el potencial de lo que Chile podría volver a ser. Y eso lo encuentro permanentemente en gente joven que contra viento y marea sigue luchando, con gente anciana que también sigue luchando. Porque el Chile actual, el Chile que uno ve en la calle, es horroroso. Entonces, a eso, yo no puedo volver.
¿Qué cosas que te hacen pensar en el horror que habitamos todos los días?.
-Cuando tú te subes a un bus chileno, no van seres humanos exactamente en ese bus, sino que van seres atrofiados, seres abusados, seres inflados por una comida venenosa, seres desesperados que ya tiraron la esponja, y que van todos o casi todos semi drogados o dormidos. Eso antes no existía, porque la gente ahora se ve obligada a trabajar de una manera esclavizante y por un salario abusivo. Y todo para lograr algo imposible: un bienestar. Entonces es como vivir una gran mentira y esa mentira genera odio, rabia, ira, indiferencia y autodestrucción.
Ayer hice un viaje en micro de una hora a propósito. Me habría podido ir en taxi, pero la verdad es que lo hice propósito para sentir eso, para ser parte de eso, porque sin eso, ¿en qué está un poeta? Si un poeta no está en ese sentir colectivo, por más que ya nadie piense en el colectivo, significa que la idea del colectivo ha sido eliminada. Eso lo encuentro horroroso, porque cuando ese Chile colectivo existía, había risa, había hueveo en la calle, la gente conversaba. Ahora es imposible eso.
A pesar de que nací en Chile y viví hasta los 24 años acá, me considero parte de esa cantidad de chilenos que ya no somos nada. Somos, digamos, la interrupción de la nada. Entonces, ese ser nada de algún modo nos hace libres, de otro modo nos hace ser testigos del reloj y nos hace ser seres que preguntan constantemente.
Me decías que eras testigo del dolor, porque estás viendo que esto pasa pero, no habitas necesariamente este espacio de una manera permanente. ¿Te genera dolor no estar acá?.
-Por supuesto. Es imposible no sentir dolor cuando las personas que tú más quieres en el mundo están sufriendo. Y Chile está repleto de gente que yo amo. O sea, lo extraordinario, y me imagino que le pasa a muchos chilenos que han vivido casi toda su vida afuera, como yo -que a estas alturas llevo casi 50 años afuera-, me pregunto: ¿qué clase de Chile tengo adentro? Es un Chile imaginado, sentido, recordado, deseado. No se sabe qué clase de Chile es. Pero no es éste, sin duda, es lo único que es claro. Pero esto que te digo también es falso, porque ese Chile que no calza en Chile, es lo más profundamente chileno que hay, porque es un deseo frustrado de los que están aquí, una necesidad no reconocida. ¿Cómo te va a hacer falta algo que tú no sabes que te hace falta? Es ese empoderamiento que existió en Chile alguna vez, eso es lo que la gente no sabe que le hace falta.
Tú me decías que en la gente más joven encontrabas la esperanza de que, quizás, las cosas pueden ser distintas en un país como éste. Me gustaría que profundizaras en eso, ¿qué cosas te han generado esa esperanza?.
-Por ejemplo, hay una resurgencia de lo que ahora se llama el activismo. Entonces, me interesa saber quiénes son esos chicos o chicas, e incluso algunos viejos también, que todavía son activistas, o que se han convertido en activistas a una edad avanzada. Para mí eso es una expresión de una belleza imposible, porque es un acto imposible, un acto que no debería ser en el Chile actual. Entonces, la sola existencia de un ser que siente y que piensa así, es un triunfo inconmensurable y eso me conmueve hasta los tuétanos. Y lo veo en gestos increíbles como, por ejemplo, el Mayo Feminista. Donde aparecen estas chicas en pelota, subidas arriba de un obispo… Yo escribía poemas y pintaba cosas así en los años 70, pero esas cosas no habían existido todavía, pero sí existían en el sueño, en la potencialidad, y estas chicas, por supuesto, no tienen la más remota idea de que yo pinté eso y ahora ellas lo están realizando. Entonces, ¿qué implica? Implica que el poema lo sabe, implica que el arte lo sabe. No el artista ni el poeta, que suele ser un ignorante completo de tomo y lomo, como yo. Pero, ¿qué hay en el proceso de la poesía que siente esa fibra de la belleza imposible que es la que transforma el mundo?.
¿Te inspiró ver esas imágenes?.
-Lo primero que me genera es una felicidad infinita. Es casi como si yo estuviera ahí, porque me lo imagino. Por ejemplo, mi cuerpo no ha olvidado lo que era estar en una manifestación cuando Santiago era una ciudad de tres millones de habitantes y había una manifestación por el Chicho Allende y había un millón de personas en la calle. O sea, eso era casi la mitad de la población de esa época. ¿Tú te imaginas lo que era esa ciudad? La otra mitad, por supuesto, cerraba las persianas y hacía como que era mejor morirse que estar presenciando esas marchas. Lo que me ha ido sucediendo es que me he ido encontrando con las personas, con las chicas de ese entonces.
Pero que sucede que cuando estábamos en proceso de hacer una exposición, me entero que uno de mis compadres en esa muestra, que es un artista que se llama Francisco Schwember, tenía alumnas que eran parte del Mayo Feminista y que querían conocerme, que conocían mi trabajo y que encontraban en mi trabajo una fuerza que se comunicaba con ellas. Entonces descubrí que era mutuo. Que así como ellas encontraban mis poemas prohibidos, olvidados, marginados, yo las encontraba a ellas y encontraba una fuerza marginada, prohibida, escondida. Entonces, se produjo un encuentro maravilloso.
Ellas participaron en la muestra y una de ellas vino y participó en mi muestra en Rotterdam y ella creó un vestido, que fue el vestido que yo usé para el opening de mi retrospectiva, donde ella y su hermanita fueron. Entonces, era como una raíz a tierra: Todavía es posible una humanidad que siente.
Ya que mencionas lo de la retrospectiva, ¿cómo fue para ti enfrentarte a tu obra? ¿qué significó para ti?.
–Extrañísimo porque, yo diría que más o menos el 90 o 95% de mi obra fue botada a la basura por todos mis parientes y amigos, porque durante estos 50 años fue considerado una porquería, una basurita, algo que molestaba. Entonces, esos pocos sobrevivientes que hay, llevan una emoción y una potencia, que es como un hueso santo y todo lo que esté dañado, roto, quebrado, sucio, enmohecido, todo lo que está allá, lleva un sufrimiento tan grande, porque cada una de esas cositas se ha “salvado”. Imagínate, yo he vivido como en cinco países distintos y en todos esos lugares lo he perdido todo. Si tenía una piecita llena de libros, todos esos libros los perdí. Si tenía un baúl lleno de dibujos, todos los dibujos se perdieron. Y así sucesivamente, porque ha sido un exilio largo y duro. Además, rebelde, porque yo nunca tuve trabajo conocido durante todo ese periodo. Yo me mantuve siempre en la poesía y siempre en mi arte sí o sí. O sea, no importaba comer. No comer era para mí algo de menor importancia. Entonces, ver todo ese trabajo reunido era como ver un milagro. Un milagro y que no venía de mí, que venía de los curadores jóvenes, de los escritores jóvenes, que ahora se preocupan de investigar y estudiar mis archivos. Entonces, es como lo que te decía antes: la vida ha tirado un hilo para juntar a los ancianos como yo con esa juventud.
Siguiendo con lo mismo. Hace un tiempo, en una entrevista que hicimos a Camila Moreno, ella hablaba que en uno de sus discos y quizás el más celebrado de su carrera, “Mala Madre”, hay mucha de tu obra y de otras mujeres en su música. ¿Tienes la percepción de que las nuevas generaciones están rescatando, quizás, lo que tus contemporáneos no?.
-Totalmente y eso para un poeta es lo máximo, porque yo ya estoy en una edad en que lo que uno más piensa es en la muerte. Pero no la muerte como un fin, sino todo lo contrario: la muerte como transformación y como una forma de acercarse a otra realidad. Porque yo por lo menos, creo que el ser no se extingue, se transforma. No sé en qué, ni cómo, ni nada y nadie sabe si esto es real o no, pero es como un feeling, es como un creer. ¿Y por qué uno va a creer cosas imposibles? Creo que eso es lo más fantástico que tiene la persona humana y entonces, es una prueba de lo imposible del hecho de que estas chicas, por ejemplo, Camila Moreno y yo seamos amigas. Ella me contaba lo que significó para ella descubrir mi poesía cuando era una niñita adolescente y pechoña, y que encuentra en mis poemas el fin del mundo. O sea, el fin del mundo que ella conocía y el comienzo de lo que ella es, haciendo un reconocimiento de su cuerpo, de su sexo, de todo.
En esta entrevista ella decía: “Mujeres como Cecilia Vicuña, Stella Díaz Varín, Violeta Parra, Patti Smith, son puras minas malas madres, en el sentido de la marginalidad en que habitan, en lo extrema que son -o fueron- para vivir”. Tomándome de eso que dice ella, ¿tú sientes que habitas una marginalidad? ¿cómo es esa marginalidad?.
-Sí, pero es una marginalidad escogida. Es muy diferente, es decir, sí, por supuesto que hay poderes que te marginan, es decir, que por definición te tienen que marginar, porque sin eso estarían yendo contra sus principios. Entonces, eso ya se da por descontado, pero lo interesante, desde el punto de vista de la persona que crea, es que tú para ser dueña de tu propio pensar, tienes que excluirte de la dominación de las ideas que están controlando el mundo. Entonces, es un acto supremo de rebelión, sentir tu propio ser, porque eso es lo que nadie quiere que tú hagas. Empezando por tu mamá, por tu papá, por tu familia, por la escuela, por la iglesia, por todo.
Entonces, yo tuve la suerte de ser criada como una niñita silvestre, en pelota en el campo y bastante abandonada. Mis papás aparecían en la noche, entonces yo pasaba todo el día ahí, jugando en las acequias o me mandaban a una escuelita pública, iba a la escuelita, volvía, caminaba, caminaba por unos largos caminitos de tierra. Entonces, esa autonomía, esa independencia de observar mis propios pensamientos fue un autoentrenamiento. Yo sé que hay niños que dicen: “mamá, estoy aburrido o aburrida”. Pero eso a mí no me sucedió nunca. Para mí no existía la posibilidad del aburrimiento, porque yo recuerdo tener, ponte tú, dos, tres años, ser una cosita chica, cuando descubrí que existía el sueño, porque estaba yo imaginándome que estaba en una realidad y de pronto, abrí los ojos y vi que había otra realidad. Y ese solo acto de descubrir que había más de una realidad, me reveló el mundo.
Entonces, yo a partir de ahí seguí ejerciendo esa capacidad de vivir en varias dimensiones a la vez y con consciencia de todas ellas. Entonces, ¿cómo me podía aburrir? Y sigo en esa misma práctica hasta el día de hoy.
NUEVA YORK
Me interesa abordar tu vida en Nueva York. Por un lado tu obra está tan cerca del origen, de lo esencial, de lo primario… Me choca un poco con una ciudad tan ruidosa, luminosa, moderna… ¿Cómo es tu vida allá? ¿Por qué ese lugar?.
-Porque está lleno de gente como yo. La gente como tú te reconoce y se forma instantáneamente una comunidad de seres flotantes e imposibles. Y eso me sucedió apenas llegué a Nueva York. Yo llegué a Nueva York invitada a dar un perfomance. ¿Quién me había invitado? Un grupo de guachacas últimos, que eran los exiliados chilenos poetas que, mediante antenas desconocidas, sabían que un poeta chileno llegaba y ellos te invitaban. Entonces, se arrejuntaban entre chilenos, desgastados igual que uno, en el año 80. Esa fue mi llegada a Nueva York. Yo iba a estar en Nueva York unos días, yo nunca fui a Nueva York con la idea de irme a vivir allá. No, eso era imposible para mí.
¿Y cómo llegaste entonces?
-¿Qué me llevó a mí a Nueva York? Fue el hecho de que en Bogotá mi poesía había sido censurada. Y cuando eso pasó yo me hice célebre, entonces empecé a ganarme la vida haciendo un performance de mis poemas censurados. Estando allá me alojé en la casa de amigos. Ahí conocí a un individuo y nos vimos tres veces, a la cuarta me dice: “casémonos”, para que yo no me fuera. Entonces, fue un encuentro fulminante, con personas que sienten lo que tú eres. Y eso me ha pasado a mí en Nueva York constantemente, porque es tanta la violencia de esa cultura contra el mundo sensible, contra el mundo de la inteligencia, contra el mundo de la empatía, que las personas que están en otra nota, que no creen eso, como que se tienen que juntar por fuerza. Eso es lo que me ha pasado y lo que me ha mantenido allá.
¿En Chile no sientes eso?
-Acá en Chile es imposible encontrar un libro mío en Santiago, hasta el día de hoy, a pesar de que he publicado cuatro libros acá. En cambio allá, el primer libro que publiqué de inmediato se ganó el premio al Mejor Libro de Artista de todo el país. Y yo era una joven recién llegada. Entonces, había una comunidad de lectores que buscaban exacto lo que yo llevo adentro, lo que para ellos ya era imposible. Entonces, ese llevar adentro es un universo, que hace que yo pueda existir allá: porque allá lo ven. No todos, lo ve un puñado de personas, pero ese puñado funciona, como se dice acá, en redes. La gente se comunica y yo me he mantenido así, gracias a esa red de que uno te ve, le cuenta a otro y el otro te llama y tú vas…Y así.
¿Por qué crees que no pasa acá?.
-Porque fue quebrado por el golpe militar. Y no es que no pase, pasa. Creo que esto sería maravilloso que alguien explorara esa realidad. ¿Por qué esas redes acá en Chile operan ocasionalmente? ¿U operan de vez en cuando? ¿Operan para ciertas personas y no para otras? Porque creo que el tejido social de una disidencia organizada fue roto totalmente. Entonces, la sensibilidad que hace que tú estés aquí, que tú me estés filmando, es algo que es delicado, que es frágil, que es vulnerable y que para que nos encontremos tiene que pasar por una serie de interferencias, y de cortes, y de dificultades. Entonces, yo pienso que lo hermoso que está pasando ahora, desde el movimiento de los pingüinos, de lo estudiantes, de los mapuche, de las feministas, de las disidencias de género… Son cosas que están pasando ahora, es la primera señal de transformación. Ahora se está empezando a generar la posibilidad de una comunidad conectada. Y si yo, como viejita, puedo participar de eso, para mí es una gloria, porque es necesario transmitir la vivencia de que eso es real, que fue real y que puede volver a ser real. Y yo creo que algunos jóvenes lo sienten como real, pero me encuentro a menudo con personas que me preguntan, ¿es posible realmente?.
¿Cómo hacemos para creer entonces?.
-Primera cosa, hay que admitir que es imposible creer. Porque yo soy creyente, pero ¿por qué creo? Porque tengo la evidencia perceptual de que si yo me pongo en un cierto estado mental, entro en éxtasis. Entonces, yo desde niña me entrené como una abeja a la miel, a buscar ese estado, entonces lo encuentro en ciertos lugares, con ciertas personas. Te tienes que entrenar para observar tu propio ser, lo que te mueve, lo que te moviliza, lo que te toca. Y seguir por ese camino. O sea, cuando te pasa algo rico, hay que ir por ahí. Entonces, es como una búsqueda de una delicia que es erótica, pero de un erotismo supremo, un erotismo que no es solamente del cuerpo, sino que es como el erotismo de la vida con la vida.
A veces leo esos poemas que escribía de niña y hay un erotismo que habla del pétalo con el viento, de la mosca con la flor, del palito con su ruido. Entonces, por ahí está la evidencia que te puede hacer, que te puede permitir creer que la vida es para el gozo y no para la tortura. Nosotros estamos viviendo en una sociedad torturante, en que todos se maltratan y todos se abusan, porque la identidad de los chilenos es maltratar al otro. Si tú no maltratas, como que no eres persona. Y eso se instaló con la dictadura. Todos los años que han pasado después de la dictadura lo confirman, en vez de trastocarlo.
Este año una de las discusiones que se instaló fue el tema de la salud mental. Partió como una movilización de los estudiantes de la FAU y se elevó también a la sociedad. ¿A qué crees que se debe toda esta crisis?.
–Bueno, ese es el invento del capitalismo. El invento del capitalismo es convertir a todo lo vivo en un recurso explotable. Entonces, un bebé, apenas ha sido concebido, ya empieza a ser explotado. La madre tiene que pagar y contribuir a la sociedad porque lleva un bebé en el vientre. Entonces, traduce eso a un estudiante. Los estudiantes más explotados del planeta, ¿sabes quiénes son? Los estudiantes norteamericanos, nadie tiene más deuda que un estudiante norteamericano. Y los que vienen después de eso, son los chilenos. Entonces, se ha instalado este sistema que genera un sufrimiento permanente y continuo del ser humano. Y no reconocido, porque además se supone que tienes que estar alegre, que tienes que estar feliz porque se supone que tienes todas las posibilidades. Se supone que si algo no te pasa, es culpa tuya, esa es toda la teoría de la vida: la instalación del egoísmo y la codicia como únicos valores. Y el que no se afilia a eso es porque es pelotudo o un desubicado. Entonces, eso hace que todo el mundo esté descolocado, porque cualquier niño que está jugando con su piedrita o con su perrito, sabe que la vida no es eso. Sabe que la vida es jugar, tocarse, reírse, tirarse un peo, cagarse de la risa.
¿Hay una desvalorización de lo que nos hace humanos?.
-Hemos desvalorizado lo que más amamos y nos hemos olvidado que hemos hecho eso. Es como una intervención tan profunda en el estado mental de la mente, controlados a través de los celulares o estar conectado en forma permanente, es lo que hace que haya un olvido del humano. Por alguna parte hay que empezar a hablar.
Que exista estudiantes que pongan un alto a la exigencia académica o incluso que gente opte por dejar de vivir este sistema te habla de que hay una intuición de que las cosas pueden ser distintas, de que hay algo que quizás sigue vivo todavía.
-Absolutamente. Yo siempre cuento que una de las universidades más poderosas en Estados Unidos es Cornell University. Está en un espacio maravilloso rodeado por acantilados y bosques por donde pasan unos ríos. A lo largo de mi vida he sido invitada a dar charlas o performances, y la última vez que fui veo que todos los puentes que cruzan estos ríos tienen unas redes y yo pregunto: “¿para qué son esas redes?”. Ahí me comentan que son para capturar los estudiantes que se suicidan, porque sería un costo demasiado alto para la universidad tener que bajar hasta el pie del acantilado y recoger los cadáveres. Y se suicidan por esa presión excesiva de que los estudiantes tienen que producir o de que hay que elevar la producción para mantener el capitalismo en su progresión constante. ¿De dónde crees que viene el modelo? De una universidad donde los estudiantes son abusados así. Viene de allá, ellos inventaron ese método. Las universidades chilenas antiguas no eran así, yo alcancé a vivir la universidad de esa forma.
EL ARTE FUERA DE SÍ
¿Qué te provoca verte en un registro audiovisual donde estás haciendo una performance o simplemente cantando? Y que además es vista por otros ojos también.
-La pregunta profunda es: ¿qué es eso que está sucediendo en ese instante? Entonces, en el instante del canto o en el instante del performance indudablemente está sucediendo algo, algo que no es la persona y que es como otra realidad que se manifiesta ahí. Y donde todos participan, entonces no es un espectáculo, es una realidad compartida por un instante. Por eso mis performances jamás son repetidas y no hay ninguna que sea igual a la otra, porque todas son improvisadas. Porque ya hay un vocabulario, hay un vocabulario que viene del método, que es la forma de atención. Entonces, yo escucho algo, pero ¿qué escucho? Algo que se está presentando, que se está manifestando y que por eso es irrepetible. Porque eso que se presenta depende de quién está ahí contigo. Entonces esas maravillosas preposiciones son vínculos entre universos. Voy a, vengo de. Entonces, ¿qué eres tú? ¿Tú eres un nómade, eres un tránsito o un transeúnte? Eres y no eres, por eso yo amo la física cuántica, porque hay dos pensamientos que son absolutamente fascinantes en este planeta para mí, que son el pensamiento indígena y el pensamiento cuántico. Y que son afines el uno con el otro. Entonces, esa es una de las cosas en las que yo vengo trabajando hace mucho tiempo.
¿Me puedes explicar esa relación?.
-Por ejemplo, las estructuras subatómicas son partículas u ondas, pero tú no puedes decir que una partícula es una partícula o una onda es una onda, porque si lo dices, deja de ser. Si tú le dices a una onda que es onda, ella se convierte en partícula. Entonces, todo es y no es. Y no hay nada más medular del pensamiento indígena, que esa realidad de lo que es y no es a la vez. Ese es el entrenamiento chamánico de los pensadores antiguos de América y de todo el planeta. Del África, del mundo aborigen australiano. Entonces, yo descubrí ese pensamiento siendo una adolescente, a la misma edad que descubrí la cibernética, entonces rápidamente me di cuenta de estas dos cosas, que calzan la una con la otra, sin tocarse y es lo más hermoso de todo. Entonces, tú puedes vivir en un estado de diálogo y de mutua validación, y también de cuestionamiento. Entonces, si tú afirmas y tú niegas a la misma vez se produce un balance, y eso es lo medular del pensamiento indígena: la idea de que como hay asimetría y como hay una transformación permanente, hay que estar en la búsqueda del balance, pero no es que haya un equilibrio. Hay una búsqueda de él y eso es lo que genera vida, esa es la matriz de todo lo que sucede y de la interconexión de todos los fenómenos.
Y ese es el pensamiento que mantiene vivo tu arte ¿o no?.
-Totalmente. Entonces, cuando tú me preguntas: ¿tú has sido marginada o tú te automarginaste? Cuando descubrí eso, yo dije eso soy yo, ahí yo me reconozco, ahí yo soy completamente libre. No hay ninguna posibilidad de que yo intente calzar o ser apreciado o desear, por qué, para qué, si nada de eso es ni siquiera real.
¿Por qué acá no se genera esa conexión que sí se genera en otras partes del mundo? Ese entendimiento a tu obra, a esa forma que tú tienes de ver el mundo.
-Número uno: Porque hay un prejuicio infinito frente a la idea de que una mujer pueda ser un ser pensante. Número dos: una mujer que piensa que lo indígena es válido, antes de que abra la boca, es inválida. Entonces, existe como una especie de control mental del que participan todos. Entonces hay que encontrar a alguien que siquiera se interese por ver qué hay ahí, qué pasa. Por ejemplo, cuando tú dices pensamiento indígena, todos creen que saben lo que eso es. Cuántos se preguntan: ¿y qué será eso? Y yo existo en la pregunta, yo soy una pregunta caminante. Entonces, las personas que se acercan a mí, se acercan porque ya ellos sienten eso, entonces vibran con esa pregunta imponderable: qué es la poesía y qué es el arte.
Por ejemplo, tú me preguntabas por la retrospectiva. La retrospectiva son siete galerías y ocupan todo el tercer piso de un maravilloso museo. Se podría decir que las siete galerías son siete artistas diferentes, se podría decir que en cada rincón de una de esas galerías hay varios artistas diferentes. Y todos esos artistas coexisten en ese ser que los ha creado, ¿por qué? Eso que es un absurdo y que es algo que hizo que todo esto fuera invisible. ¿Está en alguno de esos objetos? No. ¿Está en la interrelación absurda e incongruente entre todas esas cosas? Posiblemente sí. Y eso es pensamiento indígena, que lo real es la relación. La calidad del intercambio. La belleza del intercambio. Imagínate un pensamiento que pueda ser más opuesto que el capitalismo.
Este año se publicó un estudio que señalaba que más de un 75% de las obras que estaban en los museos chilenos correspondían a hombres y alrededor de un 20% a mujeres. Eso también habla de la privación de un pensamiento, de una forma de ver el mundo.
-Cuando tú eres mujer, tú no eres audible ni eres visible, por definición. Entonces, no es que no me vean a mí, porque como soy yo, sino que de partida, no me pueden ver. Entonces, cuando uno asume eso dices: “ok, no me verán ahora, pero yo no trabajo para ellos. Yo trabajo para la niña que va a nacer mañana. Yo trabajo para ella, para que esa niña se encuentre así como me encontré yo”. Por ejemplo, yo te puedo decir que yo era una adolescente de 14 años cuando me encontré con la poesía surrealista. Me encuentro con un libro que era de antología de poesía surrealista, de Aldo Pellegrini, en casa de mi tía Rosa Vicuña, que era una gran lectora. Veo ese libro y me maravillo, y lo empiezo a mirar. Había, por decir una cantidad, 60 hombres en esa recopilación, pero me acuerdo vívidamente de que había dos poetas mujeres. Leí el libro entero, de pe a pa, de hecho mi tía me lo regaló y te puedo decir que los poemas que recuerdo de pe a pa hasta el día de hoy, habiéndolos leídos a los 14 años, son esos poemas de esas dos mujeres.
Claro, descubriste que había un sentir mujer.
-Claro, que era un sentir desde el cuerpo, sentir el Cosmo desde el cuerpo, entonces la niñita recibió transmisión. Y mi idea ahora es que eso es lo que tengo que hacer antes de morirme, es decir, yo trabajo para esa niñita que está a punto de ser parida, porque no es que no trabaje para los niñitos, también trabajo para ellos, pero los niñitos son muchos más raros, porque los niñitos que se liberan son pocos y son los que son capaces de admitir la total creatividad de una mujer. Por ejemplo, yo ahora de vieja he encontrado a un compañero que es capaz de hacer eso, pero antes en mi vida no los encontré y cuántas mujeres lo encuentran en otras mujeres, por la misma razón. ¿Qué es lo que uno busca? No importa que el ser que tú amas sea de tu mismo sexo o de cualquier otro sexo, eso no tiene pero ninguna importancia. Todo esto que te digo está en mi poesía en los años 60. Yo ya sabía eso, ¿y por qué lo sabía? Lo sabía porque lo sentía, de hecho, era capaz de amar cualquier cosa, cualquier ser. Entonces, obviamente lo tenía que saber.
¿Existe un método para trabajar en el caos?
-Porque yo soy caos. O sea, no hay el caos de Cecilia, hay el caos, más nada. Entonces, en el caos yo soy como un pescado en el agua. ¿El pescado es el agua, es el alma del agua, es el juego del agua, es el ser del agua? Es todo eso y no es nada, es pescado. Entonces, yo creo que hay un estado de amor y la persona que hablaba de la educación como un estado de amor era Gabriela Mistral. Y ese estado de amor es lo único que nos va a devolver la humanidad.
Te referiste a la muerte un par de veces en esta conversación. ¿Qué sensación tienes sobre hecho de la vida?.
-Delicia, o sea, porque imagínate: yo era una niña cuando hubo un terremoto muy violento acá en Santiago y tenía como ocho años. Fue tan violento ese terremoto, que a partir de ese día, mi mamá me acostaba en la noche y después de que ella salía de la pieza, yo me levantaba calladita y me volvía a vestir, me ponía un abrigo, me ponía zapatitos para estar lista y salir arrancando. Entonces, empecé a soñar con el futuro y vi que durante el transcurso de mi vida, yo iba a ser testigo de toda esta realidad que nosotros conocíamos de una vida normal, se iba a acabar porque iba a venir una catástrofe. Entonces, esa sensación de la catástrofe, que ahora es inminente, ahora ya se sabe que, a lo mejor, en este valle va a haber agua por 10 años más y no más, porque no van a existir glaciares, porque estamos creando a toda velocidad una catástrofe para todo el planeta. Y a ciegas, como si no fuera verdad. Entonces, frente a eso, la idea de morirse es una liberación. Por eso mi sensación de la muerte es liberación, es delicia, es transformación. De aquí a no se sabe qué, pero una cosa es la muerte de la persona y una cosa completamente distinta es la muerte de las especies. La muerte de cualquier forma de vida me parece un crimen indescriptible. La muerte de una manera de pensar es un crimen. La muerte de una manera de sentir, la muerte de una manera de jugar, de tocarse, de acariciarse. Esa muerte es intolerable, porque son formas que necesitan la continuidad, que necesitan la transmisión, entonces, en el sentido indígena, la muerte es continuidad. La muerte es resurrección, es regeneración cíclica. Entonces, nosotros en nuestra cultura brutal, estamos creando una muerte nueva, una muerte final. Entonces, si me preguntas qué siento frente a eso. Siento que es un desperdicio indescriptible de la belleza de esta tierra y la belleza de lo humano.