El quehacer despierto es el aspecto externo de la nueva etapa de la evolución de la conciencia en nuestro planeta. Mientras más nos acercamos al final de nuestra actual etapa de evolución, más disfuncional se torna el ego, lo mismo que se vuelve disfuncional la oruga antes de convertirse en mariposa. Pero la conciencia nueva ha comenzado a surgir al mismo tiempo que la vieja se disuelve.
Nos encontramos en medio de un acontecimiento extraordinario en la evolución de la conciencia humana, pero no uno del cual se hablará en las noticias. En nuestro planeta y quizás en muchos otros lugares de nuestra galaxia y del resto del universo, la conciencia comienza a despertar de su ensoñación en la forma. Eso no significa que todas las formas (el mundo) hayan de disolverse, aunque bastantes seguramente lo harán. Significa que la conciencia podrá comenzar a crear formas sin perderse en ellas.
Podrá permanecer consciente mientras crea y experimenta la forma. ¿Y por qué continuar creando y experimentando la forma? Para gozar de ella. ¿Y cómo lo hace? A través de seres humanos despiertos que habrán aprendido el significado del quehacer en el estado despierto.
Hacer en el estado despierto es lograr la consonancia entre el propósito externo (lo que hacemos) y el propósito interno (despertar y permanecer despiertos). Al hacer estando despiertos nos unimos al propósito expansivo del universo. La conciencia fluye hacia este mundo a través de nosotros. Fluye hacia nuestra mente e inspira nuestro pensamiento. Fluye hacia lo que hacemos imprimiéndole poder y dirección.
La realización de nuestro destino no depende de aquello que hacemos, sino de como lo hacemos. Y nuestro estado de conciencia determina la forma como hacemos lo que hacemos.
Nuestras prioridades se invierten cuando el hacer, o la corriente de conciencia que fluye hacia lo que hacemos, se convierte en el propósito principal de nuestro quehacer. La corriente de conciencia es la que determina la calidad. En otras palabras, la conciencia es el factor primordial en todas las situaciones y en todo lo que hacemos; la situación es secundaria. El éxito "futuro" depende de la conciencia de la cual emanan nuestros actos y es inseparable de ella. Puede ser, o bien la fuerza reactiva del ego, o bien la atención alerta de la conciencia despierta.
Toda acción verdaderamente exitosa proviene del campo de la atención presente, en lugar del ego y del pensamiento condicionado e inconsciente.
La conciencia puede fluir de tres maneras hacia lo que hacemos y, por ende, hacia el mundo a través de nosotros. Son tres modalidades para alinear la vida con el poder creador del universo. La modalidad se refiere a la frecuencia energética subyacente que fluye hacia lo que hacemos y conecta nuestros actos con la conciencia despierta que comienza a emerger en el mundo. Todo lo que hagamos será disfuncional y producto del ego a menos que emane de una de estas tres modalidades, las cuales pueden fluctuar durante el transcurso del día, aunque una de ellas podrá dominar durante una cierta etapa de la vida. Cada modalidad es apropiada para determinadas situaciones.
Las modalidades del quehacer despierto son la aceptación, el gozo y el entusiasmo. Cada una representa una cierta frecuencia de vibración de la conciencia. Es necesario estar alertas a fin de cerciorarnos de que alguna de ellas esté operando siempre que estemos enfrascados en alguna actividad, desde la tarea más sencilla hasta la más compleja. Cuando no estamos en estado de aceptación, gozo o entusiasmo, al mirar atentamente descubrimos que estamos creando sufrimiento para nosotros mismos y para los demás.
LA ACEPTACIÓN
Si hay algo que no podamos disfrutar, por lo menos podemos aceptarlo como aquello que debemos hacer. Aceptar significa reconocer que, por ahora, esto es lo que esta situación y este momento me exigen, de manera que lo hago con buena disposición. Ya nos referimos anteriormente a la importancia de aceptar internamente lo que sucede, y aceptar lo que debemos hacer es otro aspecto de lo mismo.
Por ejemplo, quizás no podamos disfrutar de cambiar una llanta pinchada en la mitad de la nada y bajo una lluvia torrencial y mucho menos sentir entusiasmo al hacerlo, pero podemos infundir aceptación a la labor. Realizar una acción en estado de aceptación significa estar en paz mientras la realizamos. Esa paz es una vibración sutil de energía que penetra en lo que hacemos. A primera vista, la aceptación parecería sinónimo de pasividad, pero en realidad es activa y creadora porque trae al o completamente nuevo a este mundo. Esa paz, esa vibración sutil de energía es la conciencia, y una de las maneras de manifestarse en este mundo es a través de la entrega, uno de cuyos aspectos es la aceptación.
Si no puede aceptar ni disfrutar lo que hace, deténgase. De lo contrario, no estará asumiendo responsabilidad por lo único sobre lo cual puede asumirla y que, dicho sea de paso, es lo único que importa: su estado de conciencia. Y si no asume responsabilidad por su estado de conciencia, no estará asumiendo la responsabilidad por la vida.
EL GOZO
La paz que llega con la entrega se convierte en una sensación de vivacidad cuando disfrutamos realmente lo que hacemos. El gozo es la segunda modalidad del quehacer despierto. En la nueva tierra, el gozo reemplazará al deseo como fuerza motriz de las actuaciones del ser humano. El deseo proviene de la ilusión del ego de ser un fragmento separado del poder de la creación. A través del gozo nos conectamos con el poder creador.
Cuando el presente, y no el pasado o el futuro, se convierte en el punto focal de la vida, nuestra capacidad para disfrutar lo que hacemos aumenta drásticamente. La alegría es el aspecto dinámico del Ser.
Cuando el poder creador del universo toma conciencia de sí mismo, se manifiesta en forma de alegría. No es necesario esperar a que algo "importante" suceda en la vida para poder disfrutar finalmente de lo que hacemos. Hay más importancia en la alegría de la que podríamos necesitar.
El síndrome de "esperar para comenzar a vivir" es uno de los engaños más comunes del estado de inconciencia. Es mucho más probable que la expansión y el cambio positivo se manifiesten en el plano externo de la vida cuando disfrutamos de lo que hacemos en el momento, en lugar de esperar a que se produzca un cambio para poder comenzar a gozar. No le pida a su mente autorización para gozar de lo que hace. Lo único que recibirá serán miles de razones para no disfrutar. "Ahora no" dirá la mente. "¡No ves que estoy ocupada? No hay tiempo. Quizás mañana puedas comenzar a gozar...". Ese mañana no llegará nunca a menos que comience a disfrutar lo que hace en este momento.
Cuando decimos que disfrutamos haciendo esto o aquello realmente estamos cayendo en una percepción equivocada. Hace parecer que derivamos alegría de lo que hacemos cuando en realidad no es así. La alegría no emana de lo que hacemos, sino que fluye hacia lo que hacemos y se manifiesta en el mundo desde las profundidades de nuestro ser.
La idea errónea de que la alegría viene de lo que hacemos es normal, pero también peligrosa porque crea la noción de que la alegría es algo que puede derivarse de alguna otra cosa, como una actividad o una cosa. Entonces esperamos que el mundo nos brinde alegría y felicidad cuando en realidad no puede hacerlo. Es por eso que muchas personas viven en un estado permanente de frustración. El mundo no les brinda lo que creen necesitar.
¿Entonces cuál es la relación entre algo que hacemos y el estado de alegría? Que disfrutamos cualquier actividad en la cual estemos totalmente presentes, cualquier actividad que no sea solamente un medio para alcanzar una finalidad. No es la acción realizada la que disfrutamos realmente sino la sensación profunda vivacidad de la cual se impregna la actividad. Esto significa que cuando disfrutamos haciendo algo, realmente experimentamos la alegría del Ser en su aspecto dinámico. Es por eso que todo aquello que disfrutamos nos conecta con el poder que está detrás de toda la creación.
La siguiente es una práctica espiritual que imprimirá poder y expansión creadora a su vida:
Haga una lista de varias de sus actividades de todos los días. Incluya actividades que considere aburridas, irritantes, tediosas, intrascendentes o que le produzcan tensión. Pero no incluya aquello que deteste hacer puesto que se trata de algo que debería aceptar o sencillamente dejar de hacer. En la lista puede haber cosas como trasladarse hacia y desde el trabajo, comprar los víveres, lavar la ropa, o cualquier cosa que le parezca tediosa o molesta. Después siempre que esté realizando esas actividades, permita que se conviertan en un vehículo para estar presente. Manténgase en estado de alerta y tome conciencia de la quietud despierta y consciente que le sirve de telón de fondo a la actividad. Pronto descubrirá que todo lo que haga en un estado de alerta se convierte en fuente de gozo en lugar de irritación, tedio o tensión. Para ser más exacto, lo que disfruta no es la acción externa sino la dimensión interna de la conciencia de la cual se impregna la acción. Eso es encontrar la alegría del Ser en el hacer.
Si siente que su vida no tiene significado o que es demasiado tediosa y llena de tensiones, es porque no ha traído esa dimensión a su vida todavía. Tomar conciencia de la acción no es todavía su principal objetivo.
La nueva tierra se manifiesta a medida que crece el número de personas que descubren que el principal propósito de la vida es traer la luz de la conciencia a este mundo y utilizar su actividad, cualquiera que sea, como vehículo para hacerlo.
La alegría de Ser es la alegría de estar conscientes.
La conciencia despierta toma entonces las riendas y se encarga de dirigir la vida, desplazando al ego. Entonces descubrimos que aquello que veníamos haciendo desde tiempo atrás comienza a expandirse de manera natural para convertirse en algo mucho mayor, al impregnarse del poder de la conciencia.
Algunas de las personas que enriquecen la vida de muchas otras simplemente a través de su acción creadora sencillamente hacen lo que más disfrutan sin querer nada para sí mismas como consecuencia de esa actividad. Pueden ser músicos, artistas, escritores, científicos, maestros, constructores, o pueden traer al plano de la manifestación nuevas estructuras sociales o empresariales (empresas iluminadas).
Algunas veces, su radio de influencia permanece reducido durante algunos años y después, súbita o gradualmente, una ola de poder creador baña lo que hacen y su actividad se expande más allá de lo que pudieron imaginar y toca a un sinnúmero de personas. Además del gozo se suma a su actividad una intensidad que trae consigo una creatividad muy superior a la que podría lograr un ser humano común y corriente.
Pero no hay que permitir que se suba a la cabeza porque es allí donde puede estar oculto un remanente del ego. La persona sigue siendo un ser humano corriente. Lo extraordinario es lo que llega al mundo a través de ella. Pero esa esencia es compartida con todos los seres. Hafiz, el poeta persa y maestro sufi del siglo catorce, expresó bellamente esta verdad: "Soy el agujero de la flauta por la cual se desliza el aliento de Cristo. Oíd su música".
EL ENTUSIASMO
Más adelante hay otra forma como la manifestación creadora puede llegarles a quienes permanecen fieles a su propósito interno de despertar. Un buen día reconocen con toda claridad su propósito externo. Tienen una visión grande, una meta y, a partir de ese momento, dedican todo su esfuerzo a esa meta. Generalmente, es meta o visión está conectada de alguna manera con alguna actividad de la cual gozan enormemente y que ya están realizando en menor escala. Es aquí donde emerge la tercera modalidad del quehacer despierto: el entusiasmo.
Entusiasmo significa gozar profundamente lo que se hace, además de tener el elemento de la visión o la meta que se persigue. Cuando le sumamos una meta al placer de lo que hacemos, cambia la frecuencia en la cual vibra el campo de energía. Se agrega un cierto grado de tensión estructural, como podríamos llamarla, de tal manera que el gozo se convierte en entusiasmo. En el punto culminante de la actividad creadora impulsada por el entusiasmo hay una cantidad enorme de energía e intensidad. La sensación es la de una flecha en trayectoria directa hacia el blanco, y que disfruta su viaje.
Un observador podría decir que la persona está bajo estrés, pero la intensidad del entusiasmo no tiene nada que ver con él. El estrés se produce cuando el deseo de llegar a la meta es superior al deseo de hacer lo que hacemos. Se pierde el equilibrio entre el goce y la tensión estructural, y esta última se impone. El estrés por lo general es señal de que el ego ha regresado y de que nos estamos desconectando del poder creador del universo. Lo que queda es el impulso y el esfuerzo del ego que busca satisfacer su deseo, de tal manera que es preciso luchar y "trabajar arduamente" para lograr la meta. El estrés siempre disminuye tanto la calidad como la eficacia de lo que hacemos bajo su influencia.
También hay un vínculo estrecho entre el estrés y las emociones negativas tales como la angustia y la ira. El estrés es tóxico para el cuerpo y ya hay evidencia de que es una de las causas principales de las enfermedades degenerativas como el cáncer y la cardiopatía.
A diferencia del estrés, el entusiasmo vibra en una frecuencia elevada, de tal manera que resuena con el poder creador del universo. Ralph Waldo Emerson lo reconoció cuando dijo que "nunca nada verdaderamente grande se ha logrado sin entusiasmo". La palabra "entusiasmo" viene del griego en y theos que significa "en Dios". Y la palabra afín enthousiazein significa "estar poseído por un dios". En efecto, nosotros por nuestra cuenta no podemos hacer nada verdaderamente importante. El entusiasmo permanente genera una ola de energía creadora y entonces lo único que debemos hacer es "montarnos sobre esa ola".
El entusiasmo imprime un poder enorme a lo que hacemos, hasta tal punto que quienes no se han conectado con el poder ven "nuestros" logros con asombro y podrían equipararlos con lo que somos. Sin embargo, nosotros conocemos la verdad a la cual se refirió Jesús cuando dijo, "Yo no puedo hacer nada por mi propia cuenta".
A diferencia de los deseos del ego, los cuales generan una fuerza contraria directamente proporcional a la intensidad de esos deseos, el entusiasmo nunca genera oposición. No genera confrontación, su actividad no produce ganadores y perdedores; en lugar de excluir, incluye a los demás.
No necesita utilizar ni manipular a la gente porque es el poder creador mismo y, por tanto, no necesita robarle energía a una fuente secundaria. El deseo del ego siempre trata de recibir de algo o de alguien; el entusiasmo de su propia abundancia. Cuando el entusiasmo tropieza con obstáculos como pueden ser situaciones adversas o personas obstruccionistas, nunca ataca sino que se limita a buscar otros caminos, o cede y acoge al otro, convirtiendo esa energía contraria en energía favorable.
El entusiasmo y el ego no pueden coexistir. El uno implica la ausencia del otro. El entusiasmo sabe para dónde va pero, al mismo tiempo, está perfectamente unido con el momento presente, la fuente de su vivacidad, su alegría y su poder. El entusiasmo no "desea" nada pero tampoco carece de nada. Es uno con la vida, y por muy dinámicas que sean las actividades que inspire, no nos perdemos en ellas. Y siempre deja ese espacio quieto pero intensamente vivo en el centro de la rueda, un espacio central en medio de la actividad, al cual, a pesar de ser la fuente de todo, nada lo afecta.
A través del entusiasmo entramos en armonía perfecta con el principio expansivo y creador del universo, pero sin identificarnos con sus creaciones, es decir, sin ego. Donde no hay identificación no hay apego, una de las grandes fuentes de sufrimiento. Una vez pasa la ola creadora, la tensión estructural disminuye nuevamente dejando atrás el gozo por lo que hacemos. Nadie puede vivir permanentemente en estado de entusiasmo. Posteriormente llegará una nueva ola creadora, dando lugar a un nuevo estado de entusiasmo.
Cuando se instaura el movimiento de retorno hacia la disolución, el entusiasmo pierde su utilidad. El entusiasmo pertenece al ciclo expansivo de la vida. Es solamente a través de la entrega que podemos entrar en consonancia con el movimiento de retorno, con el regreso al hogar.
Para resumir, el gozo de lo que hacemos, sumado a una meta o visión que nos motiva, se convierte en entusiasmo. No basta con tener una meta, sino que, lo que hacemos en el momento presente debe ser el punto central de nuestra atención. De lo contrario, dejaremos de estar en consonancia con el propósito universal. Debemos cerciorarnos de que nuestra visión o meta no sea una imagen inflada de nosotros mismos y, por tanto, una versión disfrazada del ego, como querer convertirse en estrella de cine, en escritor famoso o en empresario millonario. También debemos cerciorarnos de que nuestra meta no gire alrededor de tener esto o aquello, como una mansión al lado del mar, nuestra propia compañía o diez millones de dólares en el banco.
Una imagen engrandecida de nosotros mismos, o la visión de tener esto o aquello no son más que metas estáticas y, por tanto, no generan poder. Debemos asegurarnos de que nuestras metas sean dinámicas, es decir, que apunten hacia la actividad en la cual tenemos centrada nuestra atención y a través de la cual estamos conectados con otros seres humanos y también con el todo.
En lugar de vernos como estrellas famosas o escritores exitosos, debemos vernos como fuente de inspiración y de enriquecimiento para un sinnúmero de personas a través de nuestro trabajo. Debemos sentir cómo esa actividad no solamente enriquece y confiere profundidad a nuestra vida, sino a la de muchas personas más. Debemos sentir que somos la puerta a través de la cual fluye la energía desde la Fuente inmanifiesta de toda vida, para beneficio de todos.
Todo esto implica que nuestra meta o visión es ya una realidad en nuestro interno, en el nivel de la mente y del sentimiento. El entusiasmo es el poder a través del cual el plano mental se traslada a la dimensión física. Es el uso creativo de la mente, razón por la cual no hay deseo de por medio. No podemos manifestar lo que deseamos; sólo podemos manifestar lo que ya tenemos. Podemos obtener lo que deseamos esforzándonos arduamente y sometiéndonos al estrés, pero no es ése el camino de la nueva tierra.
Jesús nos dio la clave para utilizar la mente de manera creativa y para la manifestación consciente de la forma cuando dijo: "Todo lo que pidan en la oración crean que ya lo han recibido y lo obtendrán".