Somos antenas de la tierra: allí donde llevamos la vibración de la buena voluntad
nace la paz y florece el amor. Proponemos un programa de servicio incondicional
a nuestra madre tierra sembrando antenas que armonizan la energía
y restauran la comunicación entre diferentes geografías y culturas.
A escala cuántica cada persona se encuentra entrelazada con el conjunto del universo, formando parte del océano de información y energía que es el todo. El pensamiento dirigido desde la intención y la conciencia, crea informaciones de alta energía que pueden transformar la realidad física.
La Tierra emite un campo electromagnético que genera un océano sutil de energía que envuelve y determina los ritmos de la vida. El electroencefalograma de los mamíferos es un fiel reflejo de la pulsación de este campo, que influye sobre las polaridades biológicas y las micro partículas de magnetita contenidas en todo nuestro organismo. Estamos dotados con programas funcionales de recepción y procesamiento de este campo, cuyas alteraciones naturales y artificiales inciden en la calidad de la vida. Poseemos, por ejemplo, una especie de radar u órgano magnético integrado por la actividad coordinada de la epífisis, el hipotálamo y la hipófisis, que regula el equilibrio neurovegetativo y hormonal.
El campo magnético terrestre se proyecta más allá de la atmósfera, e interactúa con el campo electromagnético del sol, determinando la forma e intensidad de la magnetosfera que nos envuelve. Vivimos en un campo de interacción entre la tierra y el cielo y, dentro de ese campo, cada zona de la Tierra expresa su campo magnético local. Todo el campo pulsa en una caverna de resonancia entre la litosfera y la ionosfera, estableciendo patrones de frecuencias que se han inscrito en nuestros programas celulares.
Como antenas de una longitud de alrededor de 1,70 metros, los seres humanos estamos interactuando con frecuencias alrededor de 100 MHz. Podemos considerar el ADN, de cada célula como una antena de dos metros de longitud, que resuena a una frecuencia de 150 megaHertz. Al unir las espirales del ADN de todas las células obtenemos una antena de unos diez mil millones de Kilómetros cuya frecuencia de resonancia nos comunica con todo el sistema solar.
Todas las rocas de la litosfera, conforman el esqueleto de la Tierra. Los ríos internos y externos conforman el sistema circulatorio. Las selvas son el sistema respiratorio y la biosfera toda constituye la antena inteligente de la tierra, allí donde la frecuencia de todos los reinos se eleva en la resonancia auto-creativa de la vida orgánica. Gaia, la tierra viva, puede ser vista como un proceso dinámico de comunicación armónica entre sus distintos órganos y sistemas como las placas continentales, los océanos, los ríos, las selvas y las especies animales.
Frente a los incendios forestales o las ondas epidémicas, los primeros árboles que reciben el impacto, emiten señales que facilitan los procesos adaptativos en los otros árboles del bosque. Abejas, peces, pingüinos, árboles, o seres humanos, todos los individuos en el seno de Gaia, son en realidad células que conforman tejidos y órganos intercomunicados de esa gran vida. Además de las señales químicas, señales electromagnéticas y patrones de información sutil conforman una red de conectividad que mantiene unido al conjunto, reflejando la totalidad en cada una de sus partes.
Cada uno de nuestros pensamientos, ideas y sentimientos se caracterizan, como las moléculas, por patrones de vibración en rangos específicos de frecuencias que pueden entrar en resonancia con los patrones de la tierra. Las explosiones atómicas, las disrupciones sociales, los infartos en la economía, los tsunamis del hambre y la injusticia, los terremotos de la intolerancia, perturban las señales que discurren por este complejo tejido de antenas que conforman en conjunto la red de intercomunicación que sostiene la integridad de la madre tierra.
Antenas de armonización.
Necesitamos eliminar la polución generadora del ruido que impide la transferencia de las señales que conservaron por milenios la integridad de la naturaleza. Necesitamos vivificar la comunicación entre el Norte y el Sur, entre el Oriente y el Occidente. Es urgente hoy trabajar en el cultivo de la tolerancia para que la belleza de la diversidad refleje la fortaleza de la integridad.
Somos antenas de la tierra: allí donde llevamos la vibración de la buena voluntad nace la paz y florece el amor. Proponemos un programa de servicio incondicional a nuestra madre tierra sembrando antenas que armonizan la energía y restauran la comunicación entre diferentes geografías y culturas. No es un hecho nuevo. Dólmenes menhires, pirámides y diferentes tipos de altares y ofrendas rituales han dado testimonio de ese profundo anhelo del ser humano para restaurar la comunicación con las energías celestes.
Proponemos la siembra de antenas que restauren la comunicación armónica entre montañas y lugares sagrados de la tierra. Que las huellas de nuestro paso por los antiguos caminos de la vida sean como surcos fértiles donde germinen como notas las semillas de una nueva sinfonía de la tierra.
La antena armonizadora ayuda a anclar y concretar la mente y sirve de puerta a la conexión con el resto de antenas y a expandir y lograr una mejor visualización de cómo nuestra intención irradia al planeta. Tanto el Armonite –estructura oval que en su interior contiene los cinco sólidos platónicos y que en cuyo núcleo se ha incluido una antena con información armonizadora activada por dos imanes esféricos- a un nivel, como la estructura del centro de armonización a un nivel superior, están pensados para hacer aún más potente la acción de la antena, así como para crear un entorno de paz y armonía en plena naturaleza, ideal para la concentración y meditación.
Al compartir una información común, entre los centros se establece un entrelazamiento cuántico que permite, en el instante, la transferencia y acumulación de las informaciones positivas dispuestas desde la voluntad de los observadores, que juntos, crean la trama de información de los centros de armonización planetaria.
Red mundial de antenas de armonización.
De cara a reconstruir la red etérica planetaria ya se han situado antenas armonizadoras en importantes montañas y lugares de especial energía a lo largo y ancho del globo. De hecho, entre otros lugares ya se han colocado antenas armonizadoras en los volcanes Cotopaxi (Ecuador) y Villarrica (Chile). También en La Araucanía (Chile) y en un templo budista de las montañas cerca de Pucón (Chile), y próximamente estarán en el Kilimanjaro (Tanzania) y en Machu Picchu (Perú).
El conjunto de estas antenas situadas en estos sitios especiales ya genera una red de nodos de gran potencia que permite un perfecto punto de anclaje al resto de antenas de la red en su función de armonización planetaria.
¿Cómo colaborar?
Si deseas colaborar y ser un punto nodal de esta red de armonización planetaria, basta con que construyas el nodo y rellenes el formulario en www.unmundomejor.life
Imagen de sintergetica.org