No importa quiénes seamos, qué decisiones tomemos o cómo nos comportemos. Hagamos lo que hagamos con nuestra vida, siempre tendremos admiradores, detractores y gente a quien resultemos indiferente. Pero entonces, si nuestras relaciones se sustentan sobre este juego de espejos y proyecciones, ¿por qué fingimos? ¿Por qué aparentamos ser lo que no somos? ¿Por qué no tenemos el valor de seguir nuestro propio sendero en la vida? Seguramente por nuestra falta de confianza y autoestima.
Para cultivar una sana relación de amistad con nosotros mismos, lo único que necesitamos es conquistar nuestro diálogo interno. Es decir, modificar la manera en la que nos comunicamos con nosotros a través de nuestros pensamientos. Sólo así podremos aceptarnos, respetarnos y amarnos por el ser humano que somos, con nuestras cualidades, virtudes, defectos y debilidades. Lo demás son comentarios, ruido que hace la gente para no escuchar su propio vacío.
A menos que aprendamos a autoabastecernos emocionalmente seguiremos siendo marionetas de los demás. Y aunque parezca un asunto fácil de lidiar, suele dar para toda una vida de aprendizaje. Lo que está en juego es nuestra libertad para ser “auténticos”. Es decir, convertirnos en quiénes verdaderamente somos, siguiendo los dictados de nuestra propia voz interior. Eso sí, debido a las múltiples capas de cebolla con las que hemos sido condicionados, a día de hoy ser uno mismo es un acto revolucionario.
Borja Vilaseca.
Escritor, periodista,
inspirador para personas con necesidad de cambio.
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