Muchas veces sentimos como una necesidad de vida o muerte de defender nuestra posición, nuestras ideas y nuestra razón ante otras personas que se encuentran en plena libertad de tener una visión diferente de las cosas, motivos por los cuales pueden ver una situación de una forma totalmente diferente a la que nosotros podemos hacerlo.
Dentro de nuestras realidades y de la manera cómo interpretamos los hechos tienen mucho que ver los principios, la crianza, la educación, el conocimiento sobre algún tema, la experiencia y hasta la intuición, la forma en que defendamos nuestros puntos de vista dependerá de nuestra personalidad, madurez, convicción, capacidad de negociación, capacidad de conciliación y experiencia.
Nos topamos con frecuencia con personas que no son capaces siquiera de escuchar una opinión contraria a la de ellos porque sencillamente se creen dueños de la verdad y no les resulta de ninguna manera viable que alguien pudiese pensar de una forma diferente. Estas personas por lo general no resultan gratas para socializar, a menos que estén dictando una cátedra y aun así su poca tolerancia y apertura resulta incómoda para quienes tienen la posibilidad de interactuar con ellas.
Definitivamente las discusiones son necesarias, expresar nuestras ideas es de importancia vital, sin embargo engancharse para lograr la aceptación de otros de nuestra razón, resulta entre otras cosas desgastante, frustrante y en una fuga energética considerable. Por lo tanto debemos establecer dentro de nuestra mente y entrenarla para ello una especie de mecanismo donde aprendamos a diferenciar cuándo realmente vale la pena hacer notar que tenemos razón, porque a fin de cuentas en la mayoría de las situaciones en las cuales discutimos no será esperando resultados trascendentales.
Acostumbrarnos a negociar, a llegar a acuerdos, a escuchar y a aceptar con humildad que la razón no es nuestra, nos facilita el proceso de crecimiento en nuestra vida, existen pocas cosas peores que pensar que uno siempre tiene la razón, podemos sentirnos súper inteligentes, capacitados, expertos, etc y aun así no tener la razón en cualquier situación, negarlo nos resta la posibilidad de aprender algo nuevo, de cambiar esquemas, de ver nuevas visiones y sobre todo nos resta la posibilidad de ser feliz.
Ceder no representa debilidad, evitar una discusión no es cobardía, aceptar que no tenemos razón es de sabios y saber cuándo es realmente necesario exponer nuestra tranquilidad para que nuestra razón sea aceptada y entendida nos da la gran ventaja de dominar la mayoría de las situaciones que nos presenta la vida en su día a día.
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Imágenes cortesía de Mariana Kalacheva.
Imágenes cortesía de Mariana Kalacheva.