miércoles, 13 de julio de 2011

"Un Nuevo Nombre, Una Nueva Vida".


Con los años comprendí que el nombre y el apellido encierran programas mentales que son como semi­llas, de ellos pueden surgir árboles frutales o plantas veneno­sas. En el árbol genealógico los nombres repetidos son vehícu­los de dramas. Es peligroso nacer después de un hermano muerto y recibir el nombre del desaparecido. Eso nos condena a ser el otro, nunca nosotros mismos. Si la muchacha recibe el nombre de una antigua amada de su padre, se ve condenada a ser su novia para toda la vida. Un tío o una tía que se ha suicidado convierte su nombre, durante varias generaciones, en vehículo de depresiones.

A veces es necesario, para cesar con esas repeticiones que crean destinos adversos, cambiarse el nombre. El nuevo nombre puede ofrecernos una nueva vida. En forma intuitiva así lo comprendieron la mayoría de los poe­tas chilenos, todos ellos llegados a la fama con seudónimos.

Alejandro Jodorowsky , en “La danza de la realidad”