La verdad y la fuerza impulsora que hay tras la reencarnación es lo que recibe el nombre de karma. En Occidente, el karma recibe a menudo una interpretación totalmente errónea que lo identifica con el sino o la predestinación, pero es más acertado concebirlo como la ley infalible de causalidad que rige el universo. La palabra karma significa literalmente «acción, acto», y designa tanto el poder latente que hay en las acciones como las consecuencias que se derivan de nuestros actos.
Toda acción implica un deseo que la originó y un pensamiento que la modeló, además del movimiento visible llamado el "acto". Un deseo estimula un pensamiento, y éste se personifica en una acción; en tanto que a veces es un pensamiento, en forma de recuerdo, el que despierta un deseo, y el deseo estalla en acción. Toda causa fue anteriormente un efecto, y cada efecto, a su vez se convierte en una causa. La acción es la forma externa de un pensamiento y un deseo invisibles, y en el propio instante de cumplirse, da nacimiento a un nuevo pensamiento y, deseo, formando los tres un círculo perennemente renovado.
La relación de estos tres, como "acción" y los interminables entrelazamientos de tales acciones como causas y efectos se hallan todos incluidos en la palabra KARMA, que es una sucesión de hechos reconocida en la Naturaleza, es, decir, una Ley. Por los cuales Karma se llama la Ley de Causación o Ley de Causa y Efecto; es la Ley de una fuerza y de los resultados por ella producidos. Esta fuerza puede actuar en el plano físico o mundo del movimiento en el astral o mundo del sentimiento, y en el mental o mundo del pensamiento.
Todo ser está usando continuamente los tres tipos de fuerza, el primero en las actividades de su cuerpo físico, el segundo en los sentimientos, de su cuerpo astral; y el tercero en los pensamientos concretos y abstractos de sus cuerpos mental y causal.
Aspirar, soñar, planear, pensar, sentir, actuar, todo esto significa poner en movimiento fuerzas de los tres mundos; y, de acuerdo con el uso hecho por el hombre de tales fuerzas, crea buen karma o mal karma, al ayudar o perjudicar a otros. Puesto que es él una unidad en una humanidad de millones de individuos, y no una individualidad aislada, cada pensamiento, o sentimiento, o acción suya, afecta a sus semejantes en proporción a la proximidad de cada uno a él como distribuidor de fuerza.
Cada vez que hace uso de tales fuerzas, ya sea para auxiliar o para dañar al todo, del cual es una parte, le trae un resultado, esto es, una reacción resultante de su acción sobre los demás; en el mundo físico, un daño infligido por él a otros, producirá la reacción del dolor; en tanto que el karma o reacción de una acción benéfica es una fuerza que ajusta las circunstancias materiales de manera de producir un bienestar en el mundo astral. Las malas voluntades reaccionarán como pesares, en tanto que las simpatías le suministrarán felicidad; en el mundo mental inferior, las críticas y murmuraciones se convertirán en penas para él en tanto que el estudio y la búsqueda de la verdad le producirán inspiraciones; en el mundo mental superior, las aspiraciones serán fuente de ideales a seguir vida tras vida.
Hay muchas clases de karma: karma internacional, karma nacional, el karma de una ciudad, el de un individuo. Todos están intrínsecamente relacionados y sólo pueden ser comprendidos en toda su complejidad por un ser iluminado.
En términos sencillos, ¿qué significa el karma? Significa que todo lo que hacemos, con el cuerpo, el habla o la mente, tiene su resultado correspondiente. Toda acción, aun la más insignificante, está llena de consecuencias. Dicen los maestros que incluso un poco de veneno puede causar la muerte, y que incluso una semilla minúscula puede convertirse en un árbol enorme. Y Buda dijo: «No descuides las acciones negativas sólo porque son pequeñas; por pequeña que sea una chispa, puede incendiar un pajar grande como una montaña». Y también: «No descuides las buenas acciones pequeñas creyendo que no aportan ningún beneficio; incluso las menores gotas de agua acaban llenando un recipiente enorme». El karma no se deteriora como las cosas externas ni se vuelve jamás inoperante. No puede ser destruido «por el tiempo, el fuego ni el agua». Su poder no desaparece nunca, hasta que madura.
Aunque quizá las consecuencias de nuestras acciones no hayan madurado aún, lo harán inevitablemente cuando se den las condiciones adecuadas. Por lo general, tendemos a olvidarnos de lo que hacemos, y las consecuencias no nos dan alcance hasta mucho después, cuando ya no somos capaces de relacionarlas con sus causas.
Los resultados de nuestras acciones suelen presentarse tarde, incluso en vidas futuras; no podemos atribuirles una causa, porque cualquier acontecimiento puede ser una combinación complejísima de muchos karmas que han madurado juntos. Así, tendemos a suponer que las cosas nos ocurren «por casualidad», y cuando todo va bien lo achacamos a la «buena suerte».
Sin embargo, ¿qué otra cosa, si no el karma, permite explicar de un modo satisfactorio las pronunciadas y extraordinarias diferencias que hay entre nosotros?. Aunque hayamos nacido en el mismo país o en la misma familia, o en circunstancias semejantes, todos tenemos un carácter distinto, nos suceden cosas completamente distintas, tenemos distintos talentos, inclinaciones y destinos.
Dijo Buda:
«Lo que eres es lo que has sido,
lo que serás es lo que haces ahora».
Padmasambhava aún fue más lejos:
«Si quieres conocer tu vida pasada, contempla tu estado presente;
si quieres conocer tu vida futura, contempla tus acciones presentes».
La clase de nacimiento que tendremos en la próxima vida viene determinado, pues, por la naturaleza de nuestras acciones en ésta. Y es importante no olvidar nunca que el efecto de nuestras acciones depende por completo de la intención o motivación a que responden, y no de su envergadura.
Así pues, es nuestra motivación, ya sea buena o mala, la que determina el fruto de nuestros actos.
Shantideva dijo:
“Todo la dicha que hay en este mundo, toda
proviene de desear que los demás sean felices;
y todo el sufrimiento que hay en este mundo,
todo proviene de desear ser feliz yo."'
Puesto que la ley del karma es inevitable e infalible, cada vez que perjudicamos a otros nos perjudicamos directamente a nosotros mismos, y cada vez que les proporcionamos felicidad, nos proporcionamos a nosotros mismos felicidad futura. Por eso el Dalai Lama dice:
“Si intentas dominar tus motivos egoístas, ira y demás, y cultivar más amabilidad y compasión hacia los demás, en último término tú mismo te beneficiará más de lo que te beneficiarías de otro modo. Por eso digo a veces que el egoísta sabio debería practicar de esta manera. Los egoístas necios siempre están pensando en ellos mismos, y el resultado es negativo. Los egoístas sabios piensan en los demás, ayudan a los demás tanto como pueden, y el resultado es que ellos también se benefician."
La creencia en la reencarnación nos demuestra que en el universo existe cierta justicia o bondad últimas.
Es esta bondad la que todos intentamos descubrir y liberar. Cuando actuamos de un modo positivo, nos movemos hacia ella; cuando actuamos de un modo negativo, la obscurecemos y la inhibimos. Y cuando no podemos expresarla en nuestra vida y nuestros actos, nos sentimos desdichados y frustrados.
Así pues, si hubiera de extraer usted un mensaje esencial del hecho de la reencarnación, sería éste: cultive ese buen corazón que anhela que los demás seres encuentren una felicidad duradera y actúe para proporcionar esa felicidad. Alimente y practique la amabilidad. El Dalai Lama ha dicho: «No hay necesidad de templos, no hay necesidad de filosofías complicadas. Nuestro propio cerebro, nuestro propio corazón en nuestro templo; mi filosofía es la bondad».
El karma, pues, no es fatalismo ni predestinación. Karma es nuestra capacidad de crear y cambiar. Es creativo, porque podemos determinar cómo y por qué actuamos. Podemos cambiar. El futuro está en nuestras manos, y en manos de nuestro corazón.
"El karma lo crea todo, como un artista,
el karma compone, como un bailarín."
Para crear un hábito de pensamiento, deberá el hombre elegir una cualidad deseable, (una virtud, una emoción), y pensar entonces persistentemente en la cualidad elegida. Deberá meditar deliberadamente en ella todas las mañanas por algunos minutos, y persistir en aquella creación mental hasta que se forme un hábito y se haya creado la virtud dentro de su propio carácter, lo cual se efectúa especialmente cuando pone él en práctica el pensamiento en su diaria vida.
Como todo se halla bajo ley, no podrá obtener habilidades mentales, o virtudes morales sentándose a esperarlas; sólo podrá edificar su carácter mental y moral pensando esforzadamente y actuando de conformidad. Sus aspiraciones llegarán a ser capacidades; sus repetidos pensamientos se convertirán en tendencias y hábitos. En el pasado creó su carácter con el que nació en esta vida, y ahora está creando el carácter con el cual morirá, y con el que renacerá; y el carácter es la parte más importante del karma.
Milarepa está considerado como el mayor yogui, poeta y santo de Tíbet. En su juventud, Milarepa estudió para llegar a ser un hechicero y, movido por la sed de venganza, mató y arruinó a innumerables personas con su magia negra. Sin embargo, gracias a su arrepentimiento y a todas las pruebas y penalidades a que le sometió su gran maestro Marpa, consiguió redimir todos sus actos negativos. Y luego siguió practicando hasta alcanzar la Iluminación y convertirse en una figura que ha sido fuente de inspiración para millones de personas a lo largo de los siglos.
En Tíbet dicen que «la acción negativa tiene una buena cualidad: puede redimirse». De modo que siempre hay esperanza. Aún los asesinos y los criminales más empedernidos pueden cambiar y vencer el condicionamiento que los condujo a sus crímenes. Si la utilizamos hábilmente y con sabiduría, nuestra condición actual puede servirnos de inspiración para liberarnos de las cadenas del sufrimiento.
Cualquier cosa que nos esté ocurriendo ahora es reflejo de nuestro karma pasado. Si sabemos eso, si lo sabemos realmente, cuando nos acosan el sufrimiento y las dificultades no los consideramos un fracaso o un desastre especial, ni concebimos en modo alguno el sufrimiento como un castigo. Tampoco nos acusamos ni nos dejamos llevar por el odio hacia nosotros mismos. Vemos el dolor que estamos experimentando como el cumplimiento de los efectos, los frutos, de un karma pasado.
Los tibetanos dicen que el sufrimiento es «una escoba que barre todo nuestro karma negativo». Incluso podemos sentirnos agradecidos porque un karma está llegando a su fin. Sabemos que la «buena suerte», un fruto del buen karma, puede acabarse pronto si no la utilizamos bien, y que la «desgracia», resultado del karma negativo, en realidad puede estar ofreciéndonos una magnífica oportunidad de evolucionar.
Para los tibetanos, el karma posee un significado absolutamente vívido y práctico en su vida cotidiana. Viven según del principio del Karma, en el conocimiento de su verdad, y esta es la base de la ética budista. Comprenden que se trata de un proceso natural y justo. Por tanto, el karma les inspira un sentido de responsabilidad personal en todo lo que hacen.
¿Es realmente tan difícil ver el karma en funcionamiento? ¿Acaso no nos basta contemplar nuestra propia vida para ver claramente las consecuencias de algunos de nuestros actos? Cuando perjudicamos o herimos a alguien, ¿no se volvió nuestra acción contra nosotros? ¿No nos quedó un recuerdo amargo y negro, y las sombras del autodesprecio? Ese recuerdo y esas sombras son karma. Nuestros hábitos y temores también se deben al karma y son consecuencia de actos, palabras o pensamientos del pasado.
Si examinamos nuestras acciones y les prestamos verdadera atención, veremos que hay una pauta que se repite en nuestros actos. Cada vez que actuamos de un modo negativo, la consecuencia es dolor y sufrimiento; cada vez que actuamos de un modo positivo, tarde o temprano el resultado es felicidad.
Me ha impresionado mucho descubrir la asombrosa precisión con que los informes sobre las experiencias de casi muerte confirman la verdad del karma. Uno de los elementos característicos de la experiencia de casi muerte, un elemento que ha dado mucho que pensar, es «el repaso panorámico de la vida». Al parecer, las personas que pasan por esta experiencia no sólo repasan con toda nitidez los acontecimientos de su vida pasada, sino que también pueden contemplar las más profundas implicaciones de todos sus actos. Experimentan, de hecho, la gama completa de efectos que sus actos produjeron sobre los demás y todos los sentimientos, por turbadores o desagradables que fueran, que suscitaron en ellos:
Toda mi vida fue sometida a examen. Muchas de las cosas que experimenté me hicieron sentir avergonzado, porque me parecía tener un conocimiento distinto. [...] No sólo lo que yo había hecho, sino cómo había afectado a otras personas. [...] Descubrí que ni siquiera los pensamientos se pierden."
Mi vida pasó ante mí. [...] Lo que ocurrió fue que volví a sentir todas las emociones que había sentido en mi vida. Y mis ojos me mostraban la base de cómo esa emoción afectó a mi vida. Lo que mi vida había hecho hasta ese momento para afectar las vidas de otras personas. [...] Yo era aquella misma gente a la que había hecho daño, y era aquella misma gente a la que había ayudado a sentirse bien.
Fue revivir totalmente todos los pensamientos que había tenido, todas las palabras que había pronunciado y todos los actos que había hecho en mi vida; más el efecto de cada pensamiento, palabra y acto sobre todas y cada una de las personas que alguna vez se habían acercado a mi entorno o mi esfera de influencia, tanto si las conocía como si no...; más el efecto de cada pensamiento, palabra y acto sobre el clima, las plantas, los animales, la tierra, los árboles, el agua y el aire.
Creo que estos testimonios deben tomarse muy en serio, pues nos ayudarán a todos a comprender plenamente las implicaciones de nuestros, actos, palabras y pensamientos, y nos inducirán a ser cada vez más responsables. He observado que mucha gente se siente amenazada por la realidad del karma, porque empiezan a darse cuenta de que no pueden escapar a esta ley natural. Hay quienes manifiestan un desprecio absoluto por el karma, pero en su interior albergan profundas dudas sobre su propia negación. Puede que durante el día muestren un osado desdén hacia toda moralidad, una confianza artificial y despreocupada, pero a solas por la noche su mente está con frecuencia sombría y angustiada.
Tanto Oriente como Occidente tienen su propia manera de eludir las responsabilidades que se derivan de la comprensión del karma. En Oriente la gente utiliza el karma como excusa para no prestar ayuda a nadie, alegando que, sufran lo que sufran, se trata de «su karma». En el Occidente «librepensador» hacemos lo contrario. Los occidentales que creen en el karma a veces son exageradamente «sensibles» y «cuidadosos» y dicen que ayudar efectivamente a alguien equivale a entrometerse en algo que esa persona «debe resolver por sí misma». ¡Qué manera de evadirse y de traicionar nuestra humanidad! ¿Acaso no podría decirse con el mismo fundamento que es nuestro karma encontrar el modo de ayudar?.
Conozco a unas cuantas personas ricas. La riqueza podría ser su destrucción, si fomenta en ellas la indolencia y el egoísmo; por otra parte, podrían aprovechar la oportunidad que les ofrece el dinero para ayudar realmente a otros, y, de ese modo, ayudarse a ellas mismas.
Nunca debemos olvidar que es por medio de nuestros actos, palabras y pensamientos como obtenemos una elección. Y si queremos podemos poner fin al sufrimiento y a las causas del sufrimiento, y contribuir a que despierte en nosotros nuestro verdadero potencial, nuestra naturaleza de buda. (Un buda es una persona que ha puesto un definitivo final al sufrimiento y la frustración, ha despertado completamente de la ignorancia, abriéndose a su basto potencial de sabiduría y así ha descubierto una paz y una felicidad duraderas e inmortales).
Hasta que esta naturaleza de buda no esté completamente despierta y nos veamos liberados de nuestra ignorancia y nos fusionemos con la mente iluminada inmortal, la sucesión de nacimientos y muertes no tendrá fin. Así pues, nos dicen las enseñanzas, si no asumimos la responsabilidad más amplia posible, respecto a nosotros mismos en esta vida, nuestro sufrimiento se prolongará no sólo durante unas cuantas, sino durante miles de vidas.
Es este grave conocimiento lo que hace pensar a los budistas que las vidas futuras son más importantes incluso que ésta, puesto que son muchas más las que nos aguardan en el futuro. Esta visión a largo plazo rige su forma de vivir. Saben que si sacrificamos toda la eternidad por esta vida es como si nos gastáramos los ahorros de toda la vida en tomar una copa, prescindiendo neciamente de las consecuencias.
Pero si observamos la ley del karma y despertamos en nosotros el buen corazón del amor y la compasión, si purificamos nuestro continuo mental y despertamos gradualmente la sabiduría de la naturaleza de nuestra mente, podemos llegar a convertirnos en un ser verdaderamente humano y, en último término, iluminado.
Albert Einstein dijo:
Un ser humano es parte de un todo al que llamamos "universo», una parte limitada en el tiempo y en el espacio. Este ser humano se ve a sí mismo, sus pensamientos y sensaciones, como algo separado del resto, en una especie de ilusión óptica de su conciencia. Esta ilusión es para nosotros como una cárcel que nos limita a nuestros deseos personales y a sentir afecto por unas pocas personas que nos son más próximas. Nuestra tarea ha de consistir en liberarnos de esta cárcel ampliando nuestros círculos de compasión de modo que abarquen a todos los seres vivos y a toda la naturaleza en su esplendor.
Aquellas personas que dominan la ley del karma y alcanzan la realización
pueden elegir seguir regresando vida tras vida para ayudar a otros.
Fuentes:
- Teosofía Explicada de P.Pavri.
- El Libro Tibetano de la vida y de la muerte de Sogyal Rimpoché.