Dado que no te aceptas a ti mismo tal como eres, te imposible aceptar a los demás tal como son. Vas por la vida con una imagen mental en tu cabeza de cómo la gente debería de ser. Por eso reaccionas, sufres y entras en conflicto cada vez que alguien no cumple con tus expectativas. Movido por tu soberbia, interfieres en la vida de los demás, dándoles consejos y criticándolos por el tipo de decisiones que están tomando. Y al hacerlo, en muchas ocasiones te atreves a decirles que «quien bien te quiere, te hará llorar». ¡Olé tus huevos! Pero ahí no acaba la cosa. Tras indignarte porque no te hacen ni caso y siguen con la suya, con el tiempo te vas al otro extremo: la indiferencia. Te dices que los has intentado todo para que cambien. Y que dado que pasan de ti, ahora eres tú quien pasa de ellos. Echa un vistazo a tus vínculos emocionales. ¿Cómo tratas a lo demás? ¿Los juzgas? ¿Los menosprecias? ¿Confías en ellos? Si sueles sentir enfado, tristeza o ansiedad es que todavía estás en guerra con tus relaciones. El «querer cambiar a los demás», la «indignación», la «crítica» y la «indiferencia» son un déficit de «respeto». Se trata de una cualidad que se desarrolla cuando empiezas a dejar a los demás en paz, dejando, a su vez, de forzarlos para que cumplan con tu ideal subjetivo de cómo deberían de ser. Paradójicamente, al respetarlos como son, tu relación con ellos se transforma.
Borja Vilaseca.
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