Ciertamente, lo peor que nos puede ocurrir
 no es haber vivido algo que consideramos terrible, 
sino encadenarnos a ese pasado y negarnos a 
superarlo.
Hay quienes piensan que una mala experiencia es lo que los define, 
que si dejan de sufrir, de lamentarse, de sentir culpas, o si otorgan un
 perdón determinado, están acabando con parte esencial de su ser, con su
 historia, con lo que son hoy día.
Muchas personas pueden pasar amargadas el resto de sus vidas por una 
vivencia que los haya marcado de forma negativa, dándole el poder eterno
 a esa circunstancia de fastidiarle la vida. Logrando de esta forma 
encadenarse de la forma menos inteligente emocionalmente a un pasado, 
que si bien pudo haberlos marcado en un momento determinado, pues se dan
 la tarea de refrescar esas heridas día tras día para que ni por error o
 casualidad lleguen a sanar.
La vida siempre va a contener malos momentos, malas experiencias, malos 
capítulos, inclusive medio libro que bien valdría la pena quemar, pero 
por fortuna o por desgracia no tenemos el poder de cambiar el pasado, 
pero definitivamente sí tenemos el poder de cambiar nuestro presente y 
con él definir nuestro futuro.
No sirve de nada desperdiciar lo poco o mucho que nos queda de vida 
haciéndonos mal con algo que nos ocurrió. La única alternativa que 
tenemos para dejar el sufrimiento atrás es decidir sanar y con esto no 
decimos que sea un proceso sencillo ni mucho menos rápido, pero de 
seguro la sanación nos tomará menos de lo que nos quede de vida y lo más
 importante le dará calidad a nuestros días.
Cuando nos vemos expuestos a heridas, debemos en primera instancia 
aceptar que la herida está, saber cómo se generó, quiénes se vieron 
involucrados y cómo nos hizo crecer como personas esa herida (esto por 
lo general se nota más cuando la herida pasa a ser una cicatriz). Una 
vez identificadas las variables, podemos darnos la tarea de perdonarnos y
 perdonar a quienes de una forma u otra tienen que ver con nuestro 
sufrimiento.
Con el perdón no liberamos a nadie de la culpa, nos liberamos a 
nosotros del dolor que nos genera no perdonar, le quitamos la 
oportunidad a esa persona de seguirnos lastimando aunque ni siquiera sea
 ése su deseo.
Una vez logramos aceptar y perdonar, veremos cómo nuestro corazón 
comienza a sanar, cómo todas esas heridas dejan de sangrar y lo que ayer
 dolía, hoy solo se siente… Y cada vez menos… Hasta que un día nos demos
 cuenta de que ya no duele para nada, allí estaremos ya sanados e 
inclusive con la capacidad necesaria para olvidar, para tener presente 
la lección sea cual haya sido, pero dejar atrás el dolor, los días y las
 lágrimas perdidas.
Siempre podremos comenzar de nuevo, ésa es una de las cosas más 
maravillosas de la vida, no lo hacemos porque nos negamos a ver las 
oportunidades. Pero cuando nos hacemos conscientes de ello y decidimos 
acabar con las cadenas que nos une a un mal pasado, sencillamente 
estaremos aprovechando una de las millones de oportunidades que nos 
ofrece la vida para ser felices.
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 "Los Agravios" 
 "La Negación del Presente"
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