Es fundamental para que nos amemos y tengamos la certeza de que 
tenemos nuestro lugar en el mundo, crecer sintiéndonos aceptados y 
bendecidos por nuestros padres, en todas las dimensiones de nuestro ser.
 Situémonos frente a nuestro hijo y pronunciemos alto y claro estas 
cuatro frases:
Aceptamos y bendecimos tu temperamento, tu carácter, tus capacidades y
 tus preferencias. Juega, actúa, decide, ríe, enamórate, vuela. 
Trataremos de cuidarte y protegerte, pero sin que las palabras 
“educación” y “crianza” se conviertan en tu cárcel.
Aceptamos y bendecimos tu sexo y todos tus rasgos físicos. Tu 
espíritu está ocupando el cuerpo perfecto para desarrollar tu alma en 
este transito por la vida.
Aceptamos y bendecimos el momento en que has llegado al mundo. Ni 
antes ni después, el momento en que apareciste en el planeta es el ideal
 para comenzar a caminar y a crecer sobre este rincón del universo.
Aceptamos y bendecimos el árbol genealógico del que procedes. Él está
 en ti y tú en él. Agradecemos sus tesoros y tratamos de sanar sus 
heridas. En ti hay reflejos de sus luces y sus sombras, pero recuerda 
quién eres, no eres tu árbol.
Sencillo ejercicio psicomágico para adultos desvalorizados: 
hombre y mujer simbolizando a los padres, bendicen su nacimiento y todo 
su ser.
El estilo afectivo de los padres nutre la autoestima de los 
hijos. 
En general, de padres fríos, hijos raquíticos, de padres 
amorosos, hijos saludables.
Carmen Guerrero y Paco Bou. 
Extracto del libro “Parejas sin fin”
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