Si piensas como el ciudadano medio, seguramente crees que tu forma de ver la vida es la forma de ver la vida. Y que quienes ven las cosas diferentes que tú es porque están equivocados. Si te comportas como un ciudadano normal, tienes tendencia a rodearte de personas que piensan exactamente como tú. Y considerar que estas son las únicas «cuerdas y sensatas». Pero, ¿acaso sabes de dónde viene tu visión de la vida? ¿Te crees que es tuya? ¿Que la has elegido? ¡No hombre, no! ¡Qué más quisieras! Desde el día en que naciste, tu mente ha sido condicionada para pensar y comportarte de acuerdo con las opiniones, valores y aspiraciones de tu entorno social y familiar. ¿Acaso has escogido el idioma con el que hablas? ¿Y qué me dices de tu equipo de fútbol? Eres un ciudadano prefabricado que encaja en el molde que necesita la sociedad para perpetuar el sistema económico. En función del país y del barrio en el que hayas sido educado, ahora mismo te identificas con una cultura, una religión, una política, un empleo y una moda determinadas, igual que el resto de tus vecinos. ¿Cómo verías la vida si hubieras nacido en una aldea de un pueblo de Madagascar? Diferente, ¿no? Y entonces, ¿por qué te aferras a una identidad prestada, de segunda mano, tan aleatoria como el lugar en el que naciste?.
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