El misticismo es cualquier doctrina, enseñanza, camino o práctica espiritual que nos posibilita de forma permanente o temporal trascender el ego, liberarnos del falso concepto de identidad y desidentificarnos del yo ilusorio. Y como consecuencia, reconectar con el ser esencial, dejar de sentirnos un yo separado de la realidad y volvernos uno con la vida.
En este sentido, un «místico» es aquel que ha profundizado en su propio autoconocimiento, experimentando de manera directa la fusión y comunión con lo divino que reside en lo más hondo de cada uno de nosotros. Se trata de cualquier ser humano que fruto de su autoindagación ha despertado, dándose cuenta de lo ilusorio que es el mundo que cocreamos a través de los pensamientos. Y en definitiva, aquel que ha reconectado con la dimensión espiritual, que no tiene por qué estar vinculada con ninguna creencia o fe religiosa.
A lo largo de la historia de la humanidad, los místicos han sido demonizados, perseguidos y excomulgados por las distintas instituciones religiosas. No en vano, todos ellos ponen de manifiesto que no necesitamos ningún intermediario entre nosotros y dios, pues esta fuerza invisible se encuentra en nuestro interior. De ahí que el mayor enemigo de la religión no sea el ateísmo, sino el misticismo.
A su vez, los místicos también han sido tachados de «locos» y «charlatanes» por parte de los eruditos de la Ilustración y los fanáticos del cientificismo, para quienes la mística es una cuestión absurda que no tiene ningún fundamento conceptual, lógico ni racional. E incluso en algunos casos han considerado que dichas experiencias de trascendencia, unión y reconexión con lo sagrado son patologías propias de enfermedades mentales.
Borja Vilaseca.
Imagen de malavara.com
Fragmento del libro
"Las casualidades no existen. Espiritualidad para escépticos",
que se publica en España, EEUU, Colombia, Argentina, México,
Perú, Chile y Uruguay a partir del próximo 21 de octubre.
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